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martes, 24 de abril de 2007

Abundancia

"Nunca se da tanto como cuando se da seguridad y confianza". Anatole France.

La mente humana suele tender a anticipar desgracias. Y sucede que cuando sufrimos antes de lo necesario, sufrimos más de lo necesario. Las estadísticas afirman que el noventa por ciento de nuestros sufrimientos los causan cosas anticipatorias que no han sucedido ni van a suceder. Si uno observa su mente, comprobará que funciona de manera fugaz e inquieta. Se mueve yendo y viniendo entre el pasado y el futuro y discurre rápida entre los polos de la antelación y la memoria. Pero tal función no tiene por qué conllevar la anticipación sufridora que, a menudo, tortura a muchas personas.

La mente cuida de nuestro cuerpo, revisando velozmente registros pasados, a la vez que los proyecta en sucesos por venir. Una función que, aunque nos protege de peligros y previene riesgos, puede generar pensamientos infundados acerca de desgracias venideras. No tenemos más que el presente. El estado de pre-ocupación es estéril, ya que lo apropiado es ocuparse, no pre-ocuparse que es lo mismo que ocuparse antes de tiempo. Recordemos que somos más felices y eficaces creando soluciones que dando vueltas en torno a los problemas. Entretanto, ¿qué mejor que abrir el corazón a la esperanza?.

Una mente que procesa el problema, que se acerca una y otra vez a éste y no crea soluciones, es una mente incompetente e incompleta. Una mente sana observa el problema y, rápidamente, lo suelta para reorientarse de inmediato hacia el vislumbre de las soluciones que correspondan. El miedo y la tensión, tan sólo cumplen su verdadera misión cuando movilizan la inteligencia hacia la acción que convenga. Mantengamos la atención para no “engancharnos” al problema, ya que una vez “visto” éste, donde realmente tenemos que poner nuestra visión es en las soluciones certeras. No miremos tanto al veneno como al antídoto. Y, si al principio éste no se ve, tal ausencia no quiere decir nada. Por el mero hecho de “mirar” dicho espacio, los remedios y soluciones aparecerán progresivamente en la consciencia. Aquello en lo que uno enfoca su atención tiende a crecer, se trate de solución o se trate de problema.

Cuando se quiere ayudar a una persona cuya mente se siente amenazada por problemas venideros, lo mejor que puede hacerse es ayudar a dicha mente a que se torne clara y confiada. De esta forma, estará más capacitada para enfrentar las pruebas que se avecinen con ecuanimidad y eficacia.

Entonces, ¿qué mejor apuesta que fomentar los recursos del ahora? Sin duda, el sentimiento de confianza es la mejor opción de nuestra mente y es el gran rasgo de la inteligencia del alma. La confianza es complicidad y comunión con una sintonía más amplia. La confianza es sintonía con ese Poder tan grande que mueve los átomos y las galaxias. Vivir en la confianza es sentir que, llegado el momento de las encrucijadas, uno sabrá hallar las claves y decidirá lo que entonces haga más falta. La confianza es saber que el tiempo va a favor y que, cada día, nuestra mente es más competente y sabia. Y de la misma forma que el Universo se expande a velocidades infinitas, nosotros también nos abrimos a lo que, en realidad, somos: Observadores del gran regalo de la consciencia.

Recordemos que al final, todo se arregla, y que, en realidad, nunca pasa nada. Además, si uno reflexiona, termina por reconocer que el dolor y las pérdidas pasadas abrieron nuevas avenidas internas por las que se expandió la consciencia. El dolor que tuvimos que soportar, acompañado de pérdidas, vació nuestro ego y “pinchó” ilusiones que nos esclavizaban. Más tarde, cuando las burbujas se desvanecen, sentimos mayor ligereza y vibramos en la sintonía del alma.
Extracto del libro "La inteligencia del alma".

martes, 10 de abril de 2007

Aceptación

"Hay un secreto para vivir feliz con la persona amada: no pretender modificarla".
Simone de Beauvoir.

“Si me quieres ya sabes como debes comportarte.. Si me quisieras no me habrías hecho... Me has hecho tanto daño... Me haces tan feliz cuando haces así las cosas... Espero tanto de ti”. ¿Acaso alguien pretende responsabilizar a otro de sus propios sentimientos? Nadie es responsable de los sentimientos de otra persona. Cada uno es, tan sólo, responsable de los suyos propios. Y en caso de que alguien experimente frustración o desengaño en la relación con otro, es porque le ha entregado un poder tal, que dicha relación más se parece a dependencia e inmadurez emocional que a un espacio de calidad y sana convivencia.

Si para lograr ser felices, necesitamos vivir con alguien al que encadenamos a una determinada conducta, estaremos transfiriendo el control de nuestra propia paz a manos ajenas. Cada cual tiene el derecho y el deber de gestionarse su propia felicidad. Algo que nada tiene que ver con el aislamiento ni con ningún tipo de barrera. Para lograr dicho objetivo, conviene basarse en el propio trabajo interno y no en la evaluación de maneras de ser ajenas. Y si alguien cree que va a ser feliz en el momento en el que la otra persona haga o deje de hacer determinadas cosas, lo único que desgraciadamente hará, será manipular de forma soterrada y ansiosa.

Conviene evitar pedir a nuestro amigo o amante un rasgo de amor que, en ese momento, no brote gratuito desde su alma. En los asuntos del corazón no es recomendable pedir migajas y menos todavía cuando pretendemos que dicha manifestación sea perpetua. No pida usted un beso, ni pida que le quieran. En todo caso, dé usted ese beso y ofrezca cálidamente un gran abrazo con alma. No pida que le admiren o manipule para que le prefieran. No pida el corazón porque dicha entrega es una acción pura y espontánea. Un acto que, si de pronto, se ve forzado por nuestras propias exigencias, no será más que “pan para hoy y hambre para mañana”. Conviene reorientar nuestra necesidad de tapar las carencias, comenzando por ofrecer todo aquello que uno para sí mismo desea.

Cuando una persona, en sus primeros años de vida, ha sido “querida” y protegida bajo un patrón de manipulación y dependencia, lo más probable es que proyecte la misma película que anteriormente viviera. La manipulación funciona, a menudo, de forma inconsciente y resulta difícil darse cuenta de toda su gama de soterradas gentilezas. Son momentos en los que el manipulador despliega un abanico de resortes sutiles, pretendiendo adecuar el mundo a sus propias necesidades y carencias. Superar este enganche y relacionarse desde la libertad y la independencia, precisa observar las raíces de la propia manipulación y las formas subterráneas de pretender las cosas. Obsérvese qué es lo que hay tras las propias palabras y qué pretende uno realmente cuando habla. Pregúntese por qué se ha convertido la relación de amor en un estado de control y de riesgos ante la posible “pérdida”.

Amar con amplitud es reconocer y respetar lo que pasa en lo más profundo de la mente propia y ajena. Atención a las “expectativas” acerca del ser amado. Conviene fluir en el presente y respetar la compleja realidad de las otras personas. Evitemos rodearlas de moldes ideales por los que, más pronto o más tarde, sentiremos que algo “nos defrauda”. Soltar y abrazar, dos fuerzas que, aunque parecen contrarias, conviene aprender a hacerlas compatibles e integradas. Si queremos amar con amplitud, convendrá graduarse en aceptación y flexibilidad, abrazando en el mismo kit lo que hay más allá de las memorias idealizadas. Recuerde que con el llamado “amor” no basta. Conviene aprender a formular serenamente nuestros deseos y objeciones, creando pactos y abriendo mutua consciencia.

lunes, 9 de abril de 2007

¿Qué es la bipolaridad?


El trastorno bipolar, o depresión maníaca, se caracteriza por estados de ánimo cambiantes entre dos polos opuestos, alternándose períodos maníacos (excesiva euforia) y depresivos. Según los síntomas, la enfermedad se clasifica como bipolar I, bipolar II y trastorno ciclotímico. El otro principal trastorno del ánimo, el trastorno unipolar, incluye la depresión mayor y la distimia (depresión crónica). Las personas con estas enfermedades pueden experimentar una serie de estados de ánimo, pero no experimentan una elevación patológica del mismo. De hecho, la enfermedad se define como bipolar sólo con un episodio de elevación del estado de ánimo (Ver el capítulo sobre Depresión).

Las personas con trastorno bipolar I experimentan episodios depresivos y maníacos o tan sólo maníacos (aunque no es muy común). En general, los episodios de depresión tienden a durar más tiempo (de seis a 12 meses si no se tratan) que los de manía (entre tres y seis si no se tratan). Los pacientes con trastorno bipolar II sufren principalmente episodios de depresión con brotes ocasionales de hipomanía (síntomas maníacos leves), pero no llegan a sufrir episodios maníacos marcados. En el trastorno ciclotímico se alternan períodos hipomaníacos y depresivos.
El trastorno ciclotímico no es tan severo como los anteriores, pero la patología es más persistente. Dura como mínimo dos años y los períodos asintomáticos no duran más de dos meses. El trastorno ciclotímico puede ser precursor de trastornos bipolares en algunos pacientes, o mantenerse como una patología crónica leve. En la mayoría de los casos de trastorno bipolar, las fases depresivas prevalecen ante las maníacas, y los episodios no son regulares o predecibles.

Muchos pacientes, de hecho, experimentan estados de manía y depresión a la vez, lo que se conoce como manía mixta o estado mixto.

El modelo habitual de trastorno bipolar es en el que la intensidad y la duración de los síntomas aumentan en una lenta progresión durante muchos años. No obstante, los pacientes con este trastorno, pueden presentar los síntomas, de maneras muy diferentes. El trastorno bipolar puede ser severo y de larga duración o suave con episodios poco frecuentes. El promedio de episodios maníacos o depresivos de un paciente con trastorno bipolar es de 8 a 10 a lo largo de su vida, pero algunas personas presentan síntomas más severos. Un 15% de los pacientes tienen una fase temporal complicada de curso bipolar llamada ciclado rápido, en la cual los episodios de manía y depresión se alternan al menos cuatro veces en un año y, en casos graves, pueden incluso progresar a varios ciclos al día. (Algunos expertos sugieren que el ciclado rápido puede ocurrir primero en los pacientes bipolares que están en tratamiento antidepresivo, en los que se desencadena un cambio hacia la manía y se establece un patrón cíclico).

Fase de depresión

Los síntomas de depresión experimentados en el trastorno bipolar son casi idénticos a los de la depresión mayor. Incluyen los siguientes: tristeza; fatiga o pérdida de energía; insomnio, exceso de sueño, o sueño superficial con despertares frecuentes; ganancia o pérdida de peso; disminución de la capacidad para concentrarse o tomar decisiones; agitación o comportamiento marcadamente sedentario; sentimientos de culpa, pesimismo, baja autoayuda y autoestima; pérdida de interés o placer por la vida; y pensamientos de, o intentos de suicido. Los episodios de depresión asociados con el trastorno bipolar, sin embargo, tienen menos posibilidades de tener un desencadenante específico, no duran tanto tiempo (aunque sin tratamiento pueden durar entre 6 y 12 meses), y se desarrollan de forma más gradual que los causados por una depresión mayor. Los síntomas depresivos en los pacientes bipolares también tienden a ser atípicos, por ejemplo, uno aprecia un aumento del sueño o el apetito, un sentimiento de pesadez del cuerpo, una tendencia a sentirse rechazado, y una preservación del humor volátil. Un interesante estudio concluyó que muchos pacientes bipolares experimentaban sueños acerca de la muerte en el punto más bajo de su depresión, y estos sueños eran enseguida seguidos de un cambio hacia arriba del estado de ánimo.

Fase maníaca

La fase maníaca del trastorno bipolar se caracteriza por una elevación del estado de ánimo que puede expresarse como euforia o irritabilidad, junto con los síntomas específicos de la manía, la falta de sueño, la verborrea, el flujo rápido de pensamientos, y la intensa actividad dirigida hacia un fin (como irse de juerga). Puede tomar la forma de una manía pura o una hipomanía; las diferencias son en cuanto a la gravedad y la duración de los síntomas. En la manía, existen efectos negativos significativos (como imprudencias sexuales, impulso excesivo de comprar, viajes repentinos) sobre la vida social, el trabajo o ambos. La manía pura no tratada puede durar entre tres y seis meses. Con la hipomanía, los mismos síntomas aparecen en formas más leves, y son de duración más corta, por lo que no afectan a la vida social o laboral de forma tan dramática, y no se suele requerir la hospitalización.Un episodio maníaco suele aparecer de modo repentino, y con frecuencia (no siempre) sigue a un periodo de depresión profunda. La irritabilidad es con mayor frecuencia el primer cambio apreciable al inicio. Entonces, típicamente, la persona experimenta un cambio de estado de ánimo “acelerado” y extraño. Los síntomas de un episodio de manía pueden incluir un discurso rápido, pensamientos desconectados, ideas de grandiosidad, alucinaciones (voces o visiones), y una extrema irritabilidad. Cerca del 60% de los pacientes con manía experimentan sentimientos de omnipotencia, creyéndose en ocasiones dioses o personas celebres. Algunos experimentan una intensa energía sexual, o un marcado aumento de fuerza. El paciente suele necesitar dormir poco; algunas evidencias, de hecho, sugieren que un episodio maníaco puede estar relacionado con una respuesta anormal a la disrupción en el ciclo de sueño-vigilia, que puede tener lugar a causa del estrés. (Un estudio a corto plazo sugirió que las situaciones estresantes, incluso las más tristes, representan incluso una mayor probabilidad de desencadenar una manía que una depresión.

Criterios de manía

Para la ayuda del diagnóstico de la fase maníaca, algunos profesionales de la salud mental utilizan el acrónimo DIGFAVI (Distracción, Insomnio, Grandiosidad, Fuga de Ideas, Actividad, Verborrea, Inconsciencia). Un paciente debe haber experimentado euforia con tres síntomas DIGFAVI o irritabilidad con cuatro de ellos. Para la manía, el paciente debe haber tenido un comportamiento que le haya causado problemas significativos sociales o laborales, y los síntomas deben haber durado al menos una semana, o haber causado una hospitalización. (Si los síntomas duraron menos de una semana pero al menos cuatro días, y no eran lo bastante graves como para causar problemas sociales significativos, la enfermedad se diagnostica como hipomanía.)

D.-Distracción. El síntoma más frecuente. Fácilmente distraible cuando se confronta con estímulos poco importantes o irrelevantes, e incapacidad para concentrarse en tareas durante un largo periodo de tiempo.

I.-Insomnio. Un estado de ninguna necesidad de sueño y de sentimientos de energía (más que desear el sueño y ser incapaz de conciliarlo, es un sentimiento de depresión acerca de la idea de sueño).

G.-Grandiosidad. En una forma leve, aumento de autoconfianza desproporcionada a la capacidad de la persona; en casos extremos, ideas delirantes acerca de uno mismo, incluyendo las ideas heroicas o de endiosamiento.

F.- Fuga o volatilidad de las ideas, o pensamientos rápidos.

A.- Actividad. Aumento de la intensidad de las actividades dirigidas a un fin relacionado con el comportamiento social, la actividad sexual, el trabajo, el colegio o combinaciones de varios.V.- Verborrea. Hablar demasiado.

I.- Inconsciencia. Exceso de implicación en actividades de alto riesgo (por ejemplo, comprar sin control, promiscuidad). Alteración del ánimo lo bastante grave como para dañar la propia situación laboral o el funcionamiento social o las relaciones con los demás, o que requieren hospitalización para prevenir el daño infringido a los demás o a uno mismo.